Cronología de cuatro campañas de ocultamiento:
La desinformación sobre la Consagración de Rusia
Consagración y conversión
En la tercera de Sus seis apariciones en Fátima, el 13 de julio de
1917, la Santísima Virgen dijo a los tres niños pastores que volvería
para pedir la Consagración de Rusia a Su Inmaculado Corazón. Nuestra
Señora enfatizó la importancia de ese pedido, que fue acompañado por
una terrible advertencia:
‘Si atendieran mis peticiones, Rusia se convertirá y habrá paz; si
no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y
persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo
Padre tendrá que sufrir mucho, varias naciones serán aniquiladas. Por
fin, Mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre Me consagrará a
Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de
paz.’
Estas son las palabras de la Madre de Dios, como las relató la
Hermana Lucía en sus memorias sobre las apariciones, publicadas por
primera vez en los 1940’s.
El pedido se hace
En junio de 1929, Nuestra Señora se apareció a la Hermana Lucía en
su convento en Tuy, España. Como lo había prometido, la Santísima
Virgen pidió la consagración que Ella había mencionado 12 años antes en
Fátima. Las palabras de Nuestra Señora quedaron registradas en las
memorias de la Hermana Lucía:
Ha llegado el momento en que Dios pide al Santo Padre que haga, en
unión con todos los Obispos del mundo, la consagración de Rusia a Mi
Inmaculado Corazón, prometiendo salvarla por este medio. Son tantas las
almas que la justicia de Dios condena por pecados cometidos contra Mi,
que vengo a pedir reparación; sacrifícate por esta intención y reza.
Nuestro Señor agrega una advertencia
Dos años más tarde, en el verano de 1931, la urgencia del pedido
quedó resaltada por otra visita. Esta vez, Nuestro Señor mismo habló a
la Hermana Lucía, y le transmitió una advertencia sobre la consagración
de Rusia:
Participa a Mis ministros que, en vista de que siguen el ejemplo
del Rey de Francia, en la dilación de la ejecución de mi petición,
también lo han de seguir en la aflicción.
Esa fue una referencia a Luis XVI, quien faltó a la consagración de
Francia al Sagrado Corazón de Jesús, y más tarde fue destronado por la
Revolución Francesa y decapitado en 1793.
La Hermana Lucía urge a la acción
A principios de 1935, la Hermana Lucía escribió a su confesor,
Padre Bernardo Gonçalves, para contestar algunas preguntas que él le
había enviado sobre la consagración de Rusia: “Respecto al tema de
Rusia, pienso que agradaría mucho a Nuestro Señor si trabaja para hacer
cumplir al Santo Padre Sus deseos... Pienso que eso debiera ser
exactamente como lo pidió Nuestro Señor...” Claramente, la
consagración era una cuestión de alguna urgencia para la Hermana Lucía,
pero había poca indicación de una respuesta por parte de la jerarquía
de la Iglesia.
Otra advertencia
En la primavera de 1936, Nuestro Señor dijo a la Hermana Lucía que
la conversión de Rusia solo ocurriría cuando fuera pública y
solemnemente consagrada al Inmaculado Corazón de María por el Papa,
junto con todos los obispos del mundo. Nuestra Señora vino a decirle a
la Hermana Lucía que a menos que “esa pobrecita nación” fuera con
consagrada como había sido pedido, Rusia se volvería el instrumento del
castigo mundial.
Una consagración — pero no como se había pedido
En octubre de 1942, en lo más recio de la IIa. Guerra Mundial, el
Papa Pío XII llevó a cabo una consagración del mundo al Inmaculado
Corazón de María. El no hizo mención de Rusia, ni participó ninguno de
los obispos del mundo en la ceremonia. En la primavera siguiente, como
la guerra continuaba, Nuestro Señor dijo a la Hermana Lucía que la paz
mundial no resultaría de esa consagración del Papa, pero que la guerra
se acortaría.
Pedido insatisfecho: la Hermana Lucía
El 15 de julio de 1946, la Hermana Lucía contestó algunas preguntas
del Profesor William T. Walsh, de Nueva York, respecto a la
consagración. El es el autor del libro más popular sobre Fátima. La
Hermana señaló que Nuestra Señora no había pedido la consagración del
mundo, sino específica y solamente la de Rusia. La consagración del
Papa en 1942, por lo tanto, no satisfizo el pedido de Nuestra Señora.
Otra consagración inadecuada
A mediados de 1952, en el furor de la Guerra de Corea, el Papa Pío
XII realizó otra consagración. En esa oportunidad, él mencionó
específicamente a Rusia, pero no pidió a ninguno de los obispos del
mundo católico que se le uniera en la ceremonia. Sin esa participación,
la consagración todavía no satisfizo el pedido de Nuestra Señora.
Surge otro obstáculo
Una década más tarde, en el otoño de 1962, la apertura del Concilio
Vaticano Segundo creó un nuevo obstáculo para realizar la consagración.
Para obtener la aprobación de Moscú a la asistencia de dos observadores
de la Iglesia Ortodoxa Rusa, el Vaticano acordó formalmente no condenar
a la Rusia Soviética ni al Comunismo en general en el Concilio. Esa
decisión lanzó la llamada ‘Ostpolitik’, por la cual el Vaticano se
obligaba a no oponerse al Comunismo por su nombre, ni a condenar a los
regímenes comunistas que persiguen a los católicos. En su lugar, la
Iglesia se comprometía al diálogo y a negociaciones con esos gobiernos.
Esa política fue un apartamiento radical de la oposición largamente
sostenida por la Iglesia contra el ateísmo comunista y el tratamiento
represivo de los católicos dentro del bloque soviético. Durante la
mayoría de las dos décadas que siguieron, la cuestión de la
consagración fue relegada al margen y desapareció de la agenda
vaticana.
Una petición ignorada
A fines de los 1970’s, el Cardenal Josyf Slipyj lanzó una petición
pública procurando la consagración de Rusia como la había pedido
Nuestra Señora de Fátima. En solo tres años, la petición acumuló más de
tres millones de firmas. Esa súplica masiva de los fieles fue enviada
al Vaticano en 1980. Se la ignoró y nada se hizo al respecto.
Otra consagración que omite a Rusia
Mientras se estaba recobrando de las heridas sufridas en el fallido
intento de asesinato, el Papa Juan Pablo II realizó otra consagración
al Inmaculado Corazón en junio de 1981. Sin embargo, la redacción se
refirió al mundo, sin mencionar a Rusia específicamente, y no se pidió
la participación de todos los obispos del mundo. Así, esa consagración
dejó una vez más de satisfacer el pedido de Nuestra Señora, aunque el
Papa atribuyó a Nuestra Señora de Fátima el haberlo salvado del ataque
asesino.
La Hermana Lucía habla una vez más
Un año más tarde, en mayo de 1982, el periódico vaticano
L’Osservatore Romano publicó
un artículo sobre la Hermana Lucía, del Padre Umberto María Pasquale,
un sacerdote salesiano que la conocía desde 1939. El P. Pasquale relató
que la Hermana Lucía le dijo enfáticamente que Nuestra Señora nunca
había pedido la consagración del mundo, sino solamente la de Rusia. El
sacerdote también publicó un reproducción fotográfica de una nota
escrita a mano que le enviara la Hermana confirmado ese punto.
El Papa hace una admisión
Al día siguiente de aparecido el artículo, el Papa Juan Pablo II
visitó Fátima, donde nuevamente consagró el mundo al Inmaculado Corazón
de María. Pocos días más tarde, en un artículo en
L’Osservatore Romano, el
Papa explicó por qué no había mencionado Rusia específicamente,
diciendo que había “tratado de hacer todo lo posible en las concretas
circunstancias”. Eso se interpretó por mucha gente como que él quiso
decir que no podía violar los términos de la política vaticana de
conciliación con Rusia.
Nuestra Señora todavía está “esperando nuestra consagración”
Dos años más tarde, esa aproximación evasiva fue observada
nuevamente cuando el Santo Padre consagró una vez más el mundo al
Inmaculado Corazón de María en una ceremonia en Roma ante 250.000
personas, en marzo de 1984. Pero esta vez, el Papa mostró más
claramente su posición. Apartándose del texto preparado, pidió a
Nuestra Señora de Fátima, “ilumina especialmente a los pueblos para los
que Tu Misma estás esperando nuestra consagración y confianza”. El Papa
reconoció así, públicamente, que la consagración pedida por Nuestra
Señora todavía no había sido realizada. Estas palabras fueron incluidas
en un relato oficial del evento en
L’Osservatore Romano el 26 de marzo de 1984. Un relato similar apareció al día siguiente en
Avvenire, el
periódico de los obispos italianos, describiendo la oración del Papa en
San Pedro varias horas después de la ceremonia de consagración, en la
que pidió a Nuestra Señora que bendijera “a aquellos pueblos para los
cuales Tu Misma estás esperando nuestro acto de consagración y
encomienda”.
Habla un estudioso de Fátima
También en 1984, el Padre Messias Coelho, un estudioso de Fátima de
muchos años, insistió públicamente en que el pedido de consagración
todavía no había sido cumplido. Cinco años más tarde, el P. Coelho iba
a revelar que dignatarios vaticanos habían dirigido instrucciones a la
Hermana Lucía y a otros de contradecir esa afirmación, y de reivindicar
que la consagración había sido verdaderamente cumplida.
Un Cardenal concuerda con la Hermana Lucía
En setiembre de 1985, en una entrevista de la revista
Sol de Fátima (publicada
por el Ejército Azul en España), la Hermana Lucía confirmó que la
consagración todavía no había sido realizada, porque la ceremonia de
1984 no mencionó a Rusia, y los obispos del mundo católico no
participaron. Posteriormente, en ese mismo año, el Cardenal Edouard
Gagnon reconoció en otra entrevista que la consagración no había sido
realizada como se había pedido. Más tarde, el Cardenal objetó la
publicación de sus comentarios, aunque no negó haberlos hecho.
Confirmación de una prima
Durante muchos años, la prima de la Hermana Lucía, María do Fetal,
dijo públicamente que la Hermana Lucía le había manifestado que la
consagración no había sido realizada. María do Fetal continuó
sosteniendo esa posición hasta mediados de 1989, en que repentinamente
revirtió su testimonio, de acuerdo a la “instrucción” vaticana revelada
por el P. Coelho.
Mas confirmaciones de Cardenales
En una breve entrevista fuera del convento, mientras votaba en una
elección en el verano de 1987, la Hermana Lucía confirmó al periodista
Enrico Romero que la consagración no había sido realizada. Su punto de
vista fue confirmado unos pocos meses más tarde por el Cardenal Paul
Agustin Mayer, en una audiencia con una docena de dirigentes católicos,
entre ellos el periodista católico Víctor Kulanday, y nuevamente por el
Cardenal Alfons Stickler un mes mas tarde. El Cardenal Stickler sostuvo
que el Papa no había realizado la ceremonia como estaba pedido, porque
el pontífice careció del necesario apoyo de los obispos del mundo.
“Ellos no le obedecen,” explicó.
Los obispos alzan sus voces
Como el Vaticano había ignorado peticiones con más de tres millones
de firmas de laicos, el P. Nicholas Gruner, el “sacerdote de Fátima”,
se dirigió a un grupo mucho menor pero más influyente. En 1989, el
sacerdote obtuvo la confirmación escrita de 350 obispos católicos de su
voluntad de realizar el pedido de consagración de Rusia
específicamente. Ese mismo año, también fueron enviadas a Roma
peticiones con otro millón de firmas de fieles pidiendo la
consagración.
En el verano de 1989, en el Hotel Solar da Marta,
en Fátima, el antiguo amigo de la Hermana Lucía, P. Coelho hizo una
revelación sorprendente. El dijo a varios testigos que la Hermana Lucía
y las religiosas de esa comunidad, habían recibido instrucciones del
Vaticano de decir que el pedido de Fátima había sido satisfecho por la
consagración realizada en 1984. Por evidente obediencia, la prima de la
Hermana Lucía, María do Fetal, repudió repentinamente sus declaraciones
anteriores, y manifestó que la consagración había sido hecha. Esa
declaración contradijo rotundamente las propias afirmaciones hechas por
el Papa en sus oraciones durante y después de la ceremonia de 1984.
María do Fetal mostró entonces cuan poco confiable era como testigo, cuando en obediencia a la
Línea del Partido,
proclamó que “estaba inventando” cuando relató que la Hermana Lucía
había dicho que la consagración de 1984 no satisfizo el pedido de
Nuestra Señora.
Una oportunidad perdida
Después de otra década de inacción, el Vaticano preparó una vez más
para realizar una consagración. Con más de 76 Cardenales y 1.400
Obispos reunidos en Roma para “el Jubileo de los Obispos”, en octubre
del 2000, se presentó una oportunidad de oro para realizar la
ceremonia. Algunos obispos creyeron verdaderamente que por fin tendría
lugar el evento largamente esperado, pero ellos fueron condenados a la
decepción. Cuando el texto de la consagración fue revelado el día
anterior a la ceremonia, pudo observarse que no hacía mención de Rusia
en absoluto, sino solamente “encomendaba” varios grupos de gentes,
incluyendo los desempleados y “la juventud en búsqueda de contenidos”.
La “Ostpolitik” confirmada
Un mes más tarde, la revista
Inside the Vatican (Dentro del Vaticano)
informó que un Cardenal que dijo ser “uno de los estrechos consejeros
del Papa” admitió que el Santo Padre había sido aconsejado de no
mencionar a Rusia, por temor a ofender a la Iglesia Rusa Ortodoxa. Eso
produjo un alto grado de confirmación que la “Ostpolitik” y el
“Ecumenismo” del Vaticano estaban realmente impidiendo la consagración
específica de Rusia.
Ninguna conversión visible
Si la consagración fue realizada en 1984, como algunos dignatarios
vaticanos pretenden, la prometida conversión de Rusia ya debería ser,
seguramente, evidente. Pero tal evidencia no aparece. En su lugar, en
Rusia hay dos abortos por cada nacido vivo, y la Iglesia católica está
acorralada por restricciones legales imposibles. A los obispos y
sacerdotes católicos no les está siquiera permitido llegar a ser
residentes permanentes, y solo pueden visitar el país por períodos de
tres meses por vez. Y desde hace varios años, el presidente ruso
Vladimir Putin ha erigido un verdadero estado autoritario
neo-stalinista— silenciando a la mayoría de los medios de comunicación
y obstaculizando a sus mayores oponentes políticos con criminales
acusaciones e investigaciones. El columnista del
New York Times, William
Safire llama a esto “el golpe progresivo de Putin”. Al mismo tiempo,
Rusia está desarrollando toda una nueva generación de misiles
nucleares, que Putin promete serán imparables por cualquier defensa
misilística.
Como observó el
Washington Post en el 2003: “Debemos reconocer que ha habido una masiva abolición de los derechos humanos y la imposición
de facto en
Moscú de una administración al tipo de la existente durante la Guerra
Fría”. En un reciente informe al Congreso de los E.E.U.U., el
congresista republicano Christopher Cox dijo la verdad que el Padre Fox
nunca declara en su revista “no se preocupe, sea feliz”: “Rusia no
disfruta de un sistema político abierto, competitivo, que proteja la
libertad de expresión y de asociación, y su gobierno no mantiene normas
universales de derechos humanos”. El analista ruso Nikolai Zlobin del
Centro para la Información de Defensa lo expresó muy simplemente:
“Estamos peleando una suerte de nueva Guerra Fría.”
Claramente, Rusia continúa “esparciendo sus errores por el mundo”
como lo profetizó Nuestra Señora de Fátima. Aquellos que pretenden que
la consagración fue hecha hace casi dos décadas, deben, por lo tanto,
explicar como no produjo los resultados que prometió la Madre de Dios.
¿Falló Nuestra Señora? ¿O el Vaticano no respetó sus deseos? Estas son
preguntas que millones de católicos continúan haciéndose, a pesar de
décadas de maniobras y manipulaciones dirigidas a eludir la cuestión.
El Papa Juan Pablo II declaró públicamente que el Mensaje de Fátima
“impone una obligación a la Iglesia”. Hasta tal punto la Iglesia ha
dejado de cumplir esa obligación, que todo el mundo está sufriendo las
consecuencias.
Fuente: La Red de Fátima
http://www.fatima.org/span/essentials/opposed/desinformacion.asp